Allá por el año 1860, un niño llamado José, crecía en las calles de Archez. Cuidaba cabras ayudaba a su padre, pues poco tiempo para estudia había y se buscaba la vida como podía. Poco a poco fue creciendo. Se casó y tuvo cinco hijos. Seguía trabajando como un mulo de sol a sol consiguiendo más dinero para así tener más ganado así consiguió sus primeras bestias (mulos de carga) con los que cruzaba desde la provincia de Málaga hasta Granada, andando a través de la sierra para vender allí verduras y hortalizas y comprar y traer lo que en Málaga no se podía conseguir.
En aquella época se consideraba contrabando cruzar entre provincias y era bien remunerado. Así este hombre, José, se hizo con algunos ahorros. Le fue tan bien que se enamoró por entonces de una gran construcción que veía desde niño desde su habitación en la colina más alta de aquel pequeño pueblo.
Se veía un majestuoso cortijo a cuatro aguas. Eran tiempos de guerra, los aviones pasaban bajo, en la radio sonaba la famosa guerra de Tetuán y es que la guerra no estaba tan lejos. Aquel conflicto daba miedo.
Se trabajó en la construcción de aquel caserón de la cima que tanto trabajo daba al pueblo, pues todos conocían aquel cortijo como el cortijo de Tetuán, aquel cortijo algún día será mío, se decía aquel chaval…. Y así fue como José Moreno, o más conocido como Paco Tetuán logro comprar el cortijo, que al fallecer dejo en herencia a sus cinco hijos.
Hoy más 150 años después su bisnieto Carlos vive en Tetuán y trabaja cada día junto a su mujer Judit para que este alojamiento rural sea un lugar de referencia.